(Am 7, 10-17 / Sal 18 / Mt 9, 1-8)

“Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación.” Esta frase que hemos escuchado como aclamación, tomada de la carta de san Pablo a los corintios, debemos tenerla presente siempre. Dios no nos quiere lejos, nos quiere cerca de Él.

Lo que nos debe preocupar es vivir como reconciliados con Dios y esforzarnos por compartir con los demás esta gran verdad: estamos reconciliados ya con Dios ¿qué podemos hacer para que se nos note más? Soltar las camillas en las que nos hemos postrado y obedecer la voz del Señor.

A Amós lo querían intimidar y alejar por ser un profeta, más Él supo poner mayor atención en Dios que en las amenazas. “Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ‘Ve y profetiza a mi pueblo, Israel’.” Tenía presente de dónde Dios le había sacado y a dónde no volvería.

Quizá tú y yo debamos poner mayor atención en la voz del Señor e identificar aquellas “camillas” en las que estamos postrados solamente porque no escuchamos el mensaje de reconciliación. Dios no se avergüenza de ti, no te da lo que crees merecer sino lo que sabe que necesitas “¿Por qué piensan mal en sus corazones? ¿Qué es más fácil: decir ‘Se te perdonan tus pecados’, o decir ‘Levántate y anda’? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, —le dijo entonces al paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».”

(P. JLSS)