(Ex 12, 1-8. 11-14 / Sal 115 / 1Cor 11, 23-26 / Jn 13, 1-15)
La conmemoración anual de la Última Cena del Señor nos debe llevar a conmovernos por dicho momento, en ella se llevaron a cabo muchas cosas emotivas: el lavatorio de los pies, el mandamiento de amor, el anuncio de la traición de Judas, la institución de la Eucaristía y, por ende, del Sacerdocio Ministerial…
Cada año el Señor nos regala la oportunidad de acercarnos a su misterio pascual teniendo presente aquel elemento que más nos haga falta ¿necesitas mayor humildad? Déjate lavar los pies ¿necesitas mayor paciencia o amor para alguien? Recuerda el mandamiento del amor ¿te sientes débil en tu vida de fe? Vuelve a comulgar ¿tienes miedo? No lo vayas a entregar. ¿Cómo estás comenzando este triduo pascual?
Nuestro Señor Jesucristo se ha querido quedar como alimento para nosotros para que no nos estemos sintiendo «desnutridos» en la vida de fe, quiso que nos nutriéramos de su cuerpo y de su sangre, que eso que Él entregó en la Cruz no sólo lo miráramos sino que nos lo comiéramos para que su entrega fortalezca nuestro interior.
“sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo… Vivamos el inicio de este Triduo desde el agradecimiento por quedarse como nuestro alimento, desde el reconocimiento de que el Señor ha querido lavarnos los pies para demostrar que el amor puede más que cualquier otra cosa y que a nosotros nos toca dejarnos corresponder a su amor.
(P. JLSS)
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