Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote
(Hb 10, 12-23 / Sal 39 / Lc 22, 14-20)

Haciendo una síntesis, podemos decir que la estructura de la carta a los Hebreos está dividida en dos grandes partes, en la primera se expone la superioridad de la religión cristiana sobre la judía (1, 1-10, 18); la segunda, es una exhortación a la perseverancia (10, 19-12-29); después vendrán algunas recomendaciones particulares (13, 1-19) y saludos finales (13, 20-25).

En la primera parte se nos habla de Jesucristo, el mediador de la nueva Alianza, superior a los ángeles y a Moisés, mediadores de la antigua (1, 1-4, 13); y de cómo el sacerdocio y el sacrificio de Cristo, son superiores al sacerdocio y a los sacrificios levíticos (4, 14-10, 18). Porque “Cristo, ofreció un solo sacrificio por los pecadores y se sentó para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies”…

Este sacrificio de si mismo en la Cruz, es el mismo que el Señor quiso perpetuar en el Sacramento de la Eucaristía. «La víctima es una y  la misma. El mismo el que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, el que se ofreció a sí mismo en la cruz, y solo es diferente el modo de ofrecer» (Concilio de Trento: DS 1743). Lucas nos cuenta que el Señor dijo: “cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios”.

Y el mismo concilio enseña: «Y puesto que en este divino sacrificio que se realiza en la misa, se contiene e inmola incruentamente el mismo Cristo que en el altar de la cruz se ofreció a sí mismo una vez de modo cruento; […] este sacrificio es verdaderamente propiciatorio» (cf. CCE 1367) agradezcamos al Señor este magnifico don, pidamos por todos los sacerdotes para que seamos fieles al misterio que se nos ha confiado. No buscando protagonismos sino hacer presente al único Sumo y Eterno sacerdote.

(P. JLSS)