(Sab 7, 7-11 / Sal 89 / Hb 4, 12-13 / Mc 10, 17-30)
La semana pasada escuchamos como donde hay amor no puede generarse división, porque el amor es la firme determinación por el bien del otro y se nos ponía de ejemplo de esto el matrimonio, pero meditábamos también sobre la crisis que hay en lo que hoy se considera amor, sin el cual no podemos entender ninguna relación conyugal.
Hoy la palabra nos recuerda la riqueza de contar con Dios que nos ama profundamente y de considerar esto como nuestra mayor riqueza, es capaz de dar su vida porque no nos falte nada. Contar con Dios debería ser nuestro mayor impulso. “Enséñanos a ver lo que es la vida, y seremos sensatos. ¿Hasta cuándo, Señor, vas a tener compasión de tus siervos? ¿Hasta cuándo?”.
En el Evangelio escuchamos un hombre que quería vivir su fe de manera más intensa, quería alcanzar la vida eterna, Jesús le recuerda los mandamientos como lo básico y este asegura cumplirlos, por lo que el Señor le invita a desapegarse de las riquezas por lo que se va entristecido y apesadumbrado, seguía a Dios pero no le consideraba su mayor tesoro confiaba más en otras cosas ¿nos pasará igual?
Pidámosle a Dios la sabiduría, que nos dejemos iluminar por el Espíritu Santo para considerar su cercanía como un tesoro al que vale la pena acudir en búsqueda de todo lo que nos falte y dejemos que su palabra nos conduzca al amor y libertad que él nos ofrece en ella: “La palabra de Dios es viva, eficaz y más penetrante que una espada de dos filos. Llega hasta lo más íntimo del alma, hasta la médula de los huesos y descubre los pensamientos e intenciones del corazón.” Escuchemos al amor y vivamos en la riqueza de contar con este magnífico don.
(P. JLSS)
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