(Is 66, 18-21 / Sal 116 / Hb 12, 5-7. 11-13 / Lc 13, 22-30)
Desde el domingo anterior cada día se nos ha venido invitando a meditar acerca de nuestra apertura al amor de Dios y nuestra capacidad de reconocer esto aún en medio de las dificultades de la vida, meditando en el ejemplo de aquel que no escatimo nada porque quería nuestro bien. Hoy la palabra nos invita a perseverar en nuestro deseo por alcanzar la salvación.
¿De qué manera? Interpretando la realidad siendo conscientes de la paternidad de Dios, no como personas desamparadas o que parecieran abandonadas, nuestra interpretación de la realidad debe manifestar nuestra seguridad de ser amados por el Señor y que Él está a nuestro favor (Rm 8, 31-39), a nada le debemos permitir que nos distraiga de esa realidad.
En el Evangelio, una persona le hace una pregunta a Jesús un tanto absurda y distractora “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”, a lo que Jesús responde de una manera muy bella “Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta…, casi le responde «que no te importe eso, sino salvarte tú», esto se logra aceptando la voluntad de Dios y confiados en su amor.
Pidámosle a Dios que por ayuda del Espíritu Santo nos ayude a interpretar la realidad, que nunca nos olvidemos que Jesucristo es el Camino por donde debemos transitar, la verdad que debemos anhelar y la vida en abundancia. Cuando se nos presenten situaciones difíciles de comprender, recordemos el ejemplo del padre que corrige a sus hijos y la enseñanza de la segunda lectura: “Es cierto que de momento ninguna corrección nos causa alegría, sino más bien tristeza. Pero después produce, en los que la recibieron, frutos de paz y de santidad.” Creemos Señor, pero aumenta nuestra fe.
(P. JLSS)
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