Fiesta de la Transfiguración del Señor

(Dn 7, 9-10. 13-14 / Sal 90 / 2Pe 1, 16-19 / Mt 17, 1-9)

Cada seis de agosto celebramos la Fiesta de la Transfiguración del Señor, si bien es cierto, el origen de esta festividad fue celebrar el triunfo de una batalla concreta que frenó una invasión, de eso se valió Dios para que año tras año celebremos este misterio en el que el Padre nos recuerda a quién debemos de escuchar, «a su Hijo muy amado.»

Para encontrarnos con nuestro Padre hay que dejarse conducir por Jesús, subir a solas con Él y contemplarle como el Hijo muy amado del Padre, en quien él se complace y descansar en la paz que estar en su presencia da, tal como lo hizo Pedro cuando le dice: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí!…” pero sabemos que ser discípulos de Cristo implica «bajar del monte» a la vida cotidiana y cumplir nuestra misión.

¿Tienes en claro cuál es tu misión aquí en la tierra? Si te estás cansando de perseverar en su cumplimiento, quizá tengas tiempo que no «subes con Jesús» y le contemplas glorificado; y si están surgiendo en tu mente pensamientos pesimistas recuerda que el Señor padeció aún siendo el Hijo muy amado, a veces no se comprende la Cruz que nos toca, pero sabemos que después de ella siempre vendrá la resurrección.

Espíritu Santo fortalece nuestra esperanza para no limitar tu acción, pero hoy te pedimos que nos ayudes en los momentos incomprensibles o de sufrimiento para seguir los pasos de nuestro Señor Jesucristo que en cada momento difícil hace con nosotros lo mismo que con sus discípulos el día de la Transfiguración, “Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: «Levántense y no teman»”. Apoyémonos en el amor de Dios y permitamos que su gracia nos levante, en el Señor se cumplen toda la ley y los profetas, en él habita toda plenitud de Dios (Cf. Col 2, 9-10).

(P. JLSS)