El domingo pasado la Palabra de Dios nos invitaba a procurar ser «tierra buena» donde el Evangelio pueda producir frutos. Hoy se nos recuerda la importancia que tiene la docilidad y la paciencia para contemplar cómo esos frutos van surgiendo, una manera de reconocer esto en nuestras vidas es aceptar si en la vida actuamos o reaccionamos.
Quien cree en Dios debe ser dócil a Él y a su Palabra confiando en que dará fruto a su tiempo, Jesús utiliza en el Evangelio dls ejemplos sobre esto: el primero, la semilla de mostaza, qué pasa de ser la más pequeña semilla a ser un gran arbusto donde los pájaros pueden hasta anidar; después nos habla de la levadura que se pone en la masa y termina fermentándola completamente. ¿De qué manera se manifiesta en tu vida la palabra de Dios?
En la primera lectura, escuchamos cómo se reconoce el poder de Dios en su misericordia: “Tu poder es el fundamento de tu justicia, y por ser el Señor de todos, eres misericordioso con todos…” por ello Jesús nos invita a no querer ser jueces que quieran limpiar el mundo de la cizaña, sino que con el amor recibido produzcamos frutos.
No andemos por el mundo siguiendo su dinámica de reaccionar de manera primaria, que se nos note la confianza en Dios mediante la paciencia. A veces nos tocará aguardar solamente o ceder. No nos desesperemos y confiemos “el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.”
(P. JLSS)
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