(Hch 8, 5-8. 14-17 / Sal 65 / 1Pe 3, 15-18 / Jn 14, 15-21)

Tras reflexionar toda la semana pasada acerca de nuestra confianza en Dios y en cómo debemos vivir aferrados a Cristo, en el sentido estricto de la palabra, hoy se nos pide “Veneren en sus corazones a Cristo, el Señor, dispuestos siempre a dar, al que las pidiere, las razones de la esperanza de ustedes.”

Y continúa el apóstol diciendo: “…háganlo con sencillez y respeto y estando en paz con su conciencia.” Es decir, libre de soberbia y de toda ofensa. Pero ¿cómo lograr esto? Como lo decía Pedro «venerando en nuestros corazones a Cristo», disfrutar de la inhabitación trinitaria en nuestras almas.

Dejemos que el amor de Dios nos transforme completamente, pongamos todo nuestro esfuerzo en amar al Señor cada vez con mayor intensidad, obedecer la lógica del Señor: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad.”

La palabra ya nos comienza a preparar para que analicemos si estamos dejando al Espíritu Santo actuar en nosotros o lo tenemos limitado por nuestras ideas y prejuicios, se trata de dejarnos amar y permanecer en el amor de Jesús libremente, sin le dejamos ser en nosotros nuestra vida se transformará completamente, no temamos al Amor.

(P. JLSS)