(Ex 17 8-13 / Sal 120 / 2Tim 3, 14-4, 2 / Lc 18, 1-8)
El domingo pasado y durante toda esta semana la liturgia de la palabra nos estuvo invitando a ser agradecidos con lo que el Señor ha hecho por nosotros, a no perder de vista que Dios que ha sido más lo positivo que lo difícil de comprender. Hoy el tema es claro, la necesidad de oración que todos tenemos.
Hay una frase que dice: «Dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo rezas» ¿Cómo es tu oración? ¿Se realiza con confianza o con duda? Muchas veces nuestra oración parecieran retos o exigencias para creer. Si conocemos a Dios y reconocemos lo que ha hecho por nosotros ¿cómo debería ser nuestra oración?
A Timoteo, a ti y a mi la palabra de Dios nos exhorta a permanecer firmes en lo que hemos aprehendido y se nos ha confiado, en la Sagrada Escritura y la Palabra de Dios. Debemos estar agradecidos con Dios por todos los beneficios que nos ha dado meditarlos a todas horas, para en el momento de necesidad no rendirnos tan pronto como si no conociéramos la fidelidad de Dios.
La oración no se trata de hacer que Dios haga nuestra voluntad, la oración hace que nos vayamos configurando con su voluntad y reconozcamos cuáles son nuestras verdaderas necesidades. La mujer del Evangelio no se rindió en su petición y consiguió lo que necesitaba; Moisés cuando ya no podía mantener sus brazos levantados se dejó ayudar ¿te dejas ayudar en los momentos de necesidad? Pidámosle a Dios que nos conceda la capacidad de saber acudir a él y a todos los medios que nos ofrece antes que dejar que cualquier cosa destroce nuestra confianza.
(P. JLSS)
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