(1Sm 3, 3-10. 19 / Sal 39 / 1Cor 6, 13-15. 17-30 / Jn 1, 35-42)
Tras la celebración de la Epifanía y del Bautismo del Señor comenzamos el tiempo ordinario, providencialmente este domingo escuchamos con la presentación que Juan el Bautista hace de Jesús “Este es el cordero de Dios” y nos dice que los discípulos al oír estas palabras, siguen a Jesús.
Iniciamos este ciclo con Jesús lanzándonos la misma pregunta que los discípulos sobre qué buscamos al seguirlo. Ante esta interrogante los discípulos les interesa saber donde vive, donde pueden encontrarle cuando le necesitan ¿Tenemos la misma disposición que ellos? ¿Nos interesa escuchar lo que tiene para decirnos?
Hay momentos en nuestra vida en los que necesitaremos ayuda de otros para reconocer lo que él nos quiere decir, como le pasó a Samuel que al no conocer la voz de Dios le respondía a otros, hay que cuidar que aquello que nos llega a nosotros sea de buena fuente para no perdernos.
Pongámonos en disposición de Dios, pidamosle que hable a nuestros corazones y no nos dejemos distraer por nada, para saber qué viene de Dios y que no basta que analicemos la paz que produce en nuestro interior. Si no hay paz, lo más probable es que sea un mero distractor, sigamos a Jesús. Él nos conoce y nos quiere cerca.
(P. JLSS)
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