(Hch 2, 42-47 / Sal 117 / 1Pe 1, 3-9 / Jn 20, 19-31)

Tras la celebración de la Pascua, del triunfo del Señor sobre la muerte y el pecado, la Iglesia nos invita a reflexionar sobre la Divina Misericordia. El Diccionario define la misericordia como la «virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos». ¿Qué tanto valor le damos a este misterio?

La llegada de Jesucristo a nuestras vidas siempre debe traernos paz. En el Evangelio escuchamos tres veces esta frase «La paz esté con ustedes», la primera vez lo hace para quitar la tristeza de su muerte a los apóstoles, la segunda para quitar la euforia por su resurrección y, la última vez, la hace para ayudar la fe de Tomás.

Confiar en la misericordia nos debe llevar a vivir la paz. Cristo nos ha liberado para que seamos libres (Cf. Gal 5, 1) Ni derrotistas, ni triunfalistas exagerados, ni incrédulos. ¿Algo te deprime? Él venció la muerte ¿andas muy eufórico(a)? Cuida que no te aleje de Dios ¿algo te hace dudar en estos momentos? Acércate a Jesús que te ofrece sus llagas para darte paz.

Acudamos a Dios confiados en su misericordia, él ha querido darnos la vida eterna para que vivamos la verdadera libertad. Pidámosle al Espíritu Santo que grabe en nuestras mentes lo que implica nuestra esperanza. “Porque ustedes tienen fe en Dios, él los protege con su poder, para que alcancen la salvación que les tiene preparada y que él revelará al final de los tiempos.”

(P. JLSS)