(Is 11, 1-10 / Sal 71 / Rm 15, 4-9 / Mt 3, 1-12)
La semana pasada que comenzamos el tiempo del Adviento recordábamos la necesidad que existe de estar atentos y vigilantes para reconocer la llegada del Señor a nuestras vidas. Este domingo se nos recuerda la necesidad de conversión (metanoia), “preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos, y todos los hombres verán al Salvador”.
El Precursor del Señor, Juan el Bautista, predicaba precisamente acerca de la necesidad de ofrecer al Señor algo nuevo, que se nos note que le hemos recibido y queremos recibirle, “Hagan ver con obras su conversión y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham.” No nos podemos acostumbrar a no cambiar.
“En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz”, con esta frase el profeta Isaías nos habla de la era mesiánica, con la llegada de Jesús aún aquello que pareciera estar seco ya puede rejuvenecer, pero hasta para dejar actuar a Dios necesitamos convertir nuestro manera de pensar y de pensarnos a nosotros mismos, mirémonos con los ojos de Dios.
Adviento es prepararnos para conmemorar a aquel que vino para demostrarnos lo valiosos que somos para Dios, agradecer que se ha querido quedar como nuestro alimento para el camino, recordar a quien esperamos que vuelva rodeado de gloria y poder, aquel que “Al débil librará del poderoso y ayudará al que se encuentra sin amparo; se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado”. Eliminemos de nuestras vidas todo lo que nos estorbe.
(P. JLSS)
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