(Gn 2, 7-9; 3, 1-7 / Sal 50 / Rm 5, 12-19 / Mt 4, 1-11)

Estamos celebrando el primer domingo de cuaresma, desde el miércoles de ceniza comenzamos la preparación para celebrar de manera más profunda el misterio de nuestra redención, hoy en el Evangelio hemos escuchado las tentaciones que Jesús sufrió en el desierto, el Señor al igual que tú y que yo fue tentado, sin embargo él siempre venció la tentación.

Siempre que nos proponemos ser fieles a la voluntad del Padre, seremos tentados; el martes leíamos el libro del Eclesiástico: «Hijo, si te has decidido seguir al Señor, prepárate para la prueba…» (Eclo 2, 1) ¿Qué necesitamos para tener mayor fortaleza en el momento de la prueba? Centrar nuestra atención en Dios.

El Señor nos enseña que se puede vencer la tentación poniendo más atención en la gracia que en todo aquello que nos hace «sentir hambre», el pasaje del Evangelio nos dice que es hasta que el Señor siente hambre que es tentado, el diablo te tentará por aquello que crees necesitar siempre. Donde esté tu tesoro allí estará tu corazón (Lc 12, 34 ; Mt 6, 21)

Pongamos todo nuestro interés en aprovechar mejor la Gracia del Señor, dejemos de perder tanto tiempo en razonamientos superfluos y reconozcamos su poder y amor que rebasa entendimiento (cf. Ef 3, 19). “En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos.” Quitemos todo lo que nos estorbe para reconocer esto.

(P. JLSS)