(Nm 6, 22-27 / Sal 66 / Gal 4, 4-7 / Lc 2, 16-21)
La octava de Navidad concluye con la Solemnidad de Santa María, madre de Dios; celebración con la que comenzamos el año civil también, este título dado a la Virgen María es toda una cuestión cristológica, con ello se subraya que Cristo es Dios y que realmente nació como hombre de ella. Él, verdadero Dios y verdadero hombre.
Al comenzar el año civil, la Iglesia nos invita a recordar la verdadera humanidad de Cristo para que nos abramos a la esperanza, él nos comprende completamente, era necesario que asumiera nuestra naturaleza para redimirla, por ello “al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos.” «lo que no se asume no se redime» decía san Ireneo de Lyon.
Decir que María es Madre de Dios, es reconocer que quien nació de ella no es un hombre más, uno hombre cualquiera… María nos conduce siempre a su Hijo, porque ella valora todo lo que Dios ha hecho en ella y sabe que de allí viene la devoción que le tenemos (cf. Lc 1, 46-50); nos invita a obedecerle a Él cuando está intercediendo por nosotros (cf. Jn 2, 1-5), nunca se deja seducir ni por la vanidad ni por la vanagloria porque no pierde la paz por pequeñeces, sabe esperar pacientemente «guardando en su corazón» todo aquello que no comprende (cf. Lc 2, 19).
Este año ya terminó, la vida sigue. Las personas que nos han dejado, los dolores y problemas que hemos superado, las emociones, preocupaciones y alegrías que vivimos las ponemos en tus manos bien Dios. Que el Espíritu Santo nos ayude para imitar las virtudes de María, reconocer la Providencia, conducir a los demás a Dios y fortalezca nuestra esperanza. Dios pone todos los medios para que estemos bien. Feliz 2023.
(P. JLSS)
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