(1Re 17, 10-16 / Sal 145 / Hb 9, 24-28 / Mc 12, 38-44)
Tras la enseñanzas del ciego Bartimeo que encuentra en Jesús aquello de lo que necesitaba ser curado, siguió el mandato de Jesús a compartir su amor como una manifestación de nuestra fe en Él, hoy la palabra nos invita a reconocer como el amor que Dios nos tiene supera con creces nuestros criterios y los del mundo.
Concretamente hoy se nos invita a reflexionar sobre nuestra confianza y en qué la tenemos puesta ¿es Dios lo primero a lo que acudimos en los momentos de dificultad? Hay algo que no se nos puede olvidar, Jesús no se fue para alejarse de nosotros sino que “para estar ahora en la presencia de Dios, intercediendo por nosotros.”
No prestemos tanta atención a todos los ruidos que pudieran estar haciéndonos dudar de la cercanía de Dios, prestemos atención para reconocer los diversos medios por lo que se acerca a nosotros. Sigamos el ejemplo de estas dos viudas, que confían más en la providencia que en su condición social.
Dios tiene el control de todo, como Padre providente que es siempre está al pendiente de nosotros, el Hijo intercede por nosotros y el Espíritu Santo nos impulsa para lograr perseverar aún en medio de las dificultades diarias. No prestemos tanta atención a otras voces si antes no estamos prestando atención a Dios que en su infinito amor está al pendiente de nosotros «mientras aguardamos la gloriosa venida de nuestro Salvador, Jesucristo».“Al final se manifestará por segunda vez, pero ya no para quitar el pecado, sino para salvación de aquellos que lo aguardan y en El tienen puesta su esperanza.”
(P. JLSS)
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