(Gal 5, 1-6 / Sal 118 / Lc 11, 37-41)

Cuando escuchamos frases como la del salmo de este día: “Cumpliré tu voluntad sin cesar y para siempre. Caminaré por un camino ancho, pues he seguido tus preceptos.” ¿Qué se nos viene a la cabeza? ¿Imposición de reglas externas o libertad? Tristemente para la mayoría puede ser lo primero.

San Pablo, por ejemplo, ya exhortaba a los Gálatas a dejar toda búsqueda externa de fidelidad a Dios si antes no estaban contemplando la gracia, la fe en Jesucristo y nuestra docilidad a la gracia nos hará cumplidores de la voluntad de Dios sin un esfuerzo meramente aparente, sino real. La vida de fe cristiana es una respuesta al amor de Dios, no una carga.

Pablo es directo, dice “Cristo nos ha liberado para que seamos libres. Conserven, pues, la libertad y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud…” el amor hace que lo imposible sea posible, que la dificultad no parezca tan grande, que toda lucha valga la pena. La coacción paraliza si se realiza solo porque si.

Cuando Jesús llega a casa del fariseo se descubre observado, juzgado, no se le quería conocer del todo. No caigamos en el error de cerrarnos a Dios solo porque no llega como nosotros pensamos. Él quiere acercarse a nosotros y darnos la libertad que necesitamos, no en comparación con nadie, sino aceptando del amor que nos da y ofrece. El amor se acepta o se rechaza.

(P. JLSS)