MIÉRCOLES – SEMANA XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO

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(Gal 2, 1-2. 7-14 / Sal 116 / Lc 11, 1-4)

Todos nosotros debemos ser conscientes que en nosotros se han cumplido las palabras de Pablo a los Romanos: “Hemos recibido un espíritu de hijos, que nos hace exclamar: ¡Padre!” ¿Qué significan para ti estas palabras? Que Dios es tu padre ¿qué te hace experimentar?

San Pablo nos enseña las implicaciones que tiene el saberse de Dios y lo coherente que se debe ser con esto, no se puede decir que somos amados, que nos sabemos protegidos y vivir como personas huérfanas y desprotegidas. San Pablo cuenta como reprende a Pedro por ser libre de la ley y mostrarse frente a algunos como sujeto a la misma.

Todos nosotros debemos vivir la libertad de sabernos hijos de Dios y preocuparnos solamente por ser buenos hijos, sin quererle decepcionar, ningún papá se enojará con sus hijos por verles felices, plenos y alegres. Esto lo da también el saberse cercanos y amados por el Padre. (Que buenos sería releer la parábola del hijo pródigo).

Para vivir bien la fe necesitamos dos cosas: creer en nuestro Señor Jesucristo y su obra salvadora, en la misericordia de Dios y abandonarnos al Espíritu Santo para que renueve nuestros corazones, los capacite y llame a buenas obras (cf. All under one Christ, párrafo 14). Confiemos en nuestro Padre, santifiquémosle, deseemos que venga su reino, procuremos que se haga su voluntad siempre y perdonemos para ser perdonados. Que se nos note saberle nuestro Padre.

(P. JLSS)

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