(1Cor 15, 12-20 / Sal 16 / Lc 8, 1-3)

El Señor nos ama y nos quiere junto a Él, por ello nos ha dado testimonio de la magnitud de su amor en la Cruz y de su poder en la resurrección, no podemos olvidar eso jamás, aspiramos a la vida eterna y nada vale más que alcanzarla ¿cómo está tu esperanza?

Las mujeres del Evangelio al conocer a Jesús le siguieron independientemente de lo que pudiera decirse de ellas, de su pasado, nada les importó más que seguirle porque eran conscientes de quién era Él. Nosotros ya hemos creído en él, en su poder y se supone que aspiramos a la vida eterna, nada temporal es más valioso que lo eterno.

San Pablo enseña hoy a los corintios a reconocer que el amor de Dios, «el don más excelente» del que les ha venido hablando, no se agota en esta vida. “Si nuestra esperanza en Cristo se redujera tan sólo a las cosas de esta vida, seríamos los más infelices de todos los hombres. Pero no es así, porque Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos.”

Pidamos a Dios la capacidad de reconocer la grandeza de su amor por nosotros, que supera todos nuestros criterios. La grandeza de nuestra esperanza y dejar nuestros prejuicios en la misericordia de Dios. Su amor no depende de nosotros sino de lo que él sabe que necesitamos. Padre, danos tu amor que eso nos basta.

(P. JLSS)