(1Cor 11, 17-26 / Sal 39 / Lc 7, 1-10)
Hemos escuchado la llamada de atención que Pablo hace a los corintios por sus divisiones existentes en sus reuniones, en lugar de que se viviera la unidad y fraternidad se estaban generando divisiones hasta por la comida posterior al rito m, razón por la que san Pablo reprende a la comunidad pero también aprovecha para enseñar.
Siempre me ha impresionado la capacidad que San Pablo tiene para sacar un aprendizaje positivo de algo. Al hablar de sus divisiones les dice: “Es cierto que tiene que haber divisiones, para que se ponga de manifiesto quiénes tienen verdadera virtud.” En nuestros hogares ¿somos de los que promueven la división o la unidad?
Nosotros debemos interpretar la realidad desde nuestra fe y la conciencia de que «Tanto nos ha amado Dios, que nos entregó a su Hijo único, para que creyendo en él tengamos vida eterna», y vivamos conforme a esto. Dios nos ofrece lo que sabe que necesitamos ¿qué tan dispuestos estamos para recibirle?
Basta que nos le acerquemos confiando en su poder y misericordia, conscientes de nuestras fragilidades pero también de su amor, que rebasa todos nuestros criterios. Señor no somos dignos de que entres en nuestra casa, solo di una palabra y quedaremos completamente sanos de todo aquello que necesitamos,
(P. JLSS)
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