(1Cor 1, 26-41 / Sal 32 / Mt 25, 14-30)
¿En quien tenemos puesta nuestra esperanza? ¿Es Dios el primer sitio al que recurrimos cuando se nos presenta alguna necesidad? Nosotros creemos que en Jesucristo se han cumplido las palabras del Salmo: “Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida.”
Afirmamos que «en el Señor está nuestra esperanza» ¿se nos nota esto? Cristo nos ha demostrado que Dios jamás nos abandona, por más difíciles o incomprensible que pudiera parecer nuestra realidad y no solo eso, nos ha conseguido al Espíritu Santo que nos capacita para lograr perseverar ante cualquier amenaza ¿aprovechamos su presencia?
Cuando leo este fragmento de la carta a los corintios recuerdo que en cuestiones de fe no es importante cómo nos consideremos nosotros, sino lo que Dios quiere para nosotros y lo que nos considera él. “En efecto, por obra de Dios, ustedes están injertados en Cristo Jesús, a quien Dios hizo nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención.”
Dios nos ama porque es amor, no porque nos lo merezcamos, no queramos comprender el porqué, aceptemos su amor y dejemos que este talento produzca fruto en nosotros, para que comprendamos que si queremos gloriarnos debe ser en el Señor y su misericordia. Pidamos a Dios la humildad para aceptar su amor y permitir que éste produzca sus frutos en nosotros libremente. Ninguna etiqueta puede ser mayor en nosotros que la de “amados profundamente por Dios”. Todas las demás son ínfimas a comparación de esta.
(P. JLSS)
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