(Ez 9, 1-7; 10, 18-22 / Sal 112 / Mt 18, 15-20)
“Dios reconcilió al mundo consigo por medio de Cristo, y a nosotros nos confió el mensaje de la reconciliación…” estas palabras que san Pablo da a los Corintios nos deben hacer reflexionar sobre el valor que le damos al haber sido reconciliados con Dios y si se nos nota esta reconciliación por nuestra manera de vivir.
¿Cómo saber esto? Analizando nuestra capacidad de perdonar, si nuestro resentimiento o rencor es mayor que nuestro deseo de perdonar. Quien se sabe perdonado perdona con mayor facilidad y no anda difundiendo las limitaciones ajenas. Una cosas es corrección y la otra difusión, Jesús nos invita a la corrección fraterna.
Ya que la reconciliación con Dios nos la ha conseguido Jesús por su sacrificio redentor y que somos conscientes de que ese es la «señal que llevamos grabadas en nuestras mentes» para que no temamos ninguna amenaza extraña, y confiemos en que por su gracia somos auxiliados siempre.
Busquemos más la unidad que la división, dejemos de lado toda soberbia y dejemos que el amor de Dios nos mueva para ser mejores personas y estar dispuestos siempre a la reconciliación antes que a la división. “Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá…” cuidémonos de no caer en el pecado de ser siempre quienes limiten cualquier acuerdo.
(P. JLSS)
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