(Jer 14, 17-22 / Sal 78 / Mt 13, 36-43)

El domingo recordábamos en la liturgia de la palabra como Jesús tiene la capacidad de multiplicar los panes, que solo es necesario ponernos a su disposición, reconocer el hambre que podemos traer, obedecer sus indicaciones y sentarnos en espera de la «ración de pan» que nos toca.

Acercarse a Jesús es fácil, hemos escuchado muchas cosas de Él, sin embargo hay muchas cosas tanto internas como externas que complican el crecimiento de la buena semilla que él ha sembrado y quiere hacer germinar en nosotros ¿tenemos claro qué es? Si no es así, debemos sentarnos y aguardar. Saber esperar.

Muchas veces el Señor se vale de las desgracias para actuar en nuestras vidas, en esos momentos la mayoría, independientemente de si tiene mucha o poca, es entonces cuando debe surgir la atención en él y su poder, en nada más. Porque pueden venir otros y sembrar cizaña. Jeremías tras hacer una descripción de la realidad fea que se estaba viviendo exclama: “Tú solo, Señor y Dios nuestro, haces todas estas cosas, por eso en ti tenemos puesta nuestra esperanza.”

Acudamos al Señor, dejemos toda máscara a un lado y presentémonos tal cual somos y estamos en estos momentos, con nuestras necesidades y limitaciones claras, dejemos que Él trabaje con ello siendo dóciles, nos pueden servir como ejemplo de oración las palabras del salmo: “Que tu amor venga pronto a socorrernos, porque estamos totalmente abatidos.” La principal necesidad que todos llegamos a experimentar en los momentos difíciles es el amor, acudamos a quien es Amor. El amor apaga el dolor y todo lo multiplica.

(P. JLSS)