(Jer 1, 1. 4-10 / Sal 70 / Mt 13, 1-9)

Solo la aceptación de que el misterio del amor de Dios por nosotros sobrepasa nuestro entendimiento y manera de pensar, nos hará capaces de aceptar la «semilla» del Evangelio con plena disposición a que produzca frutos, siendo «tierra buena» ¿qué tanta disposición tenemos para el Evangelio.

Muchos de nosotros nos parecemos a Jeremías en el hecho de creer imposible lo que Dios quiere hacer a través de nosotros por pensar en nuestras limitaciones más que en la gracia que el Señor nos ofrece para lograrlo. Jesús nos ha venido a demostrar la magnitud del amor de Dios ¿qué te hace dudar en estos momentos de tu vida de este don?

Para Jeremías fue su juventud, no saber expresarse, a lo que Dios le responde: “No digas que eres un muchacho, pues irás a donde yo te envíe y dirás lo que yo te mande. No tengas miedo, porque yo estoy contigo para protegerte…” a ti y a mí nos dice igual, dejemos de pensar tanto en nosotros y pongamos nuestra atención en Él.

Que no nos preocupe tanto cuanto fruto está produciendo la palabra de Dios en nosotros sino que siga dando fruto. No limitemos su acción por nada, es más importante la docilidad que la cantidad. “Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta.” Dar fruto es lo importante, esforcémonos por ello.

(P. JLSS)