(2 Cor 5, 14-17 / Sal 62 / Jn 20, 1-2. 11-18)
María Magdalena, como todos los santos, son un ejemplo de vivencia del amor de Jesús, de haberse encontrado con Él y convertirle en su mayor riqueza. Podríamos decir que los santos hacen vida las palabras del salmo: “Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora, como el suelo reseco añora el agua.”
Todos tenemos necesidad de Dios, pero no todos tenemos la valentía de buscarle a Él antes que a cualquier otro lugar en los momentos de dificultad, como María Magdalena hizo que tras la sepultura del Señor en cuanto pudo fue al sepulcro porque el amor de Cristo le apremiaba.
Nos dice el texto que aún en medio de la tristeza acude a los apóstoles para decirles sobre la “desaparición” del cuerpo del Señor y regresa con ellos y sin dejar de llorar se encuentra con el Señor. No dejó de buscarle aún en medio de llanto y allí estuvo atenta para reconocer al Señor.
Solo ellos saben el todo que Jesús usó para llamar por su nombre a María Magdalena pero ella le reconoció. Tú y yo también hemos sido llamados por nuestro nombre para un plan determinado, confiemos más en quien nos llama porque nos conoce y no tanto en otras circunstancias, pidamos a Dios docilidad para permanecer fieles aún en medio de situaciones difíciles. Santa María Magdalena, ruega por nosotros.
(P. JLSS)
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