(Is 26, 7-9. 12. 16-19 / Sal 101 / Mt 11, 28-30)

Una persona sencilla sabe reconocer la acción y el poder de Dios con mayor facilidad porque no repiensa las cosas, eso lo reflexionábamos ayer, hoy le pediremos a Dios humildad junto a la sencillez. Humildad para obedecer al Señor y no temer acudir a Él cuando lo necesitemos.

“Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio…” buscar el alivio en Jesús, dejar que él cargue junto a nosotros las dificultades confiados en la voluntad de Dios, eso es compartir el yugo y aprender de Él que es manso y humilde de corazón.

Dejar que Jesús ande junto a nosotros es aceptar sin soberbia nuestros logros y ser capaces de percibir en estos su auxilio también, solo así lograremos acudir a su ayuda en los momentos de dificultad sin dudar, convencidos de que únicamente Dios es la fuente real de serenidad. “Tú nos darás, Señor, la paz, porque todo lo que hemos hecho eres tú quien lo ha hecho por nosotros.”

Acudamos a Dios confiados en su paternidad y cuidado, podámosle su ayuda para no dejarnos impresionar de más ni con la euforia ni con el pesimismo, dejemos que el Señor Jesús cargue con nosotros y que el Espíritu Santo nos impulse a perseverar. Quien a Dios tiene nada le falta.

(P. JLSS)