DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO

Diocesis de Mexicali https://diocesisdemexicali.org


(Ez 17, 22-24 / Sal 91 / 2Cor 5, 6-10 / Mc 4, 26-34)

La semana pasada las lecturas nos enseñaban la grandeza del amor de Dios de la caridad. Frente a este misterio de amor había quien creía que Jesús estaba loco y quien decía que actuaba movido por el diablo. Y a sus seguidores se nos invitaba a reconocer que el vínculo de la caridad es más fuerte que cualquier vínculo social o familiar.

Será por medio de la caridad, entendida como el amor de Dios que se recibe, vive y comparte que lograremos dar fruto anhelando vivir esta experiencia de amor en plenitud junto a Dios para siempre. Si ponemos atención tanto en la lectura del profeta Ezequiel como en el Evangelio, descubriremos la iniciativa de Dios y la necesidad de ser dóciles a su semilla (su amor y gracia).

Jesús decía en el Evangelio: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto…” se trata de dejar a Dios que haga mucho en nosotros y no de nosotros hacer mucho, es su acción la que nos llevará a cambiar.

Pidámosle al Padre Celestial una experiencia fuerte de su amor para acrecentar nuestra esperanza y vivir la libertad que confiar en Dios trae. “Siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras vivimos en el cuerpo, estamos desterrados, lejos del Señor. Caminamos guiados por la fe, sin ver todavía. Estamos, pues, llenos de confianza y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor.” Nuestra esperanza es más grande que cualquier amenaza.

(P. JLSS)

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