(2Tim 2, 8-15 / Sal 24 / Mc 12, 28-34)
“Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador, y tenemos en ti nuestra esperanza.” Uno de los distractores más comunes para quien quiere hacer un cambio en su vida (incluido el aspecto religioso) son las discusiones vanas y meramente teóricas.
Todos hemos conocido a alguna persona que aún en medio de su sencillez o “ignorancia doctrinal”, vive mejor, da mayor testimonio y ejemplo que muchos eruditos. Cuando a Jesús se le presenta este escriba para preguntarle sobre el primero de los mandamientos, se deja sorprender por Jesús y acepta la prioridad del amor.
San Pablo por su parte, exhorta a Timoteo a recordar a su comunidad el Evangelio y le dice textualmente: “Adviérteles a todos, delante de Dios, que eviten las discusiones por cuestión de palabras, lo cual no sirve para nada, sino para perdición de los oyentes.” El cristiano antes que querer enseñar debe aceptar, creer y vivir conforme a su fe, después de ello comenzará a enseñar aunque no lo busque.
Pidamos a Dios que nos conceda la gracia de abandonarnos a su amor y preocuparnos por creer más y vivir como personas amadas. Que nunca olvidemos que “Es verdad lo que decimos: «Si morimos con él, viviremos con él; si nos mantenemos firmes, reinaremos con él; si lo negamos, él también nos negará; si le somos infieles, él permanece fiel, porque no puede contradecirse a sí mismo».” El siempre permanecerá fiel.
(P. JLSS)
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