(Dt 5, 12-15 / Sal 80 / 2Cor 4, 6-11 / Mc 2, 23-3, 6)
La semana pasada que celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad reconocíamos que nuestro Dios es amor y como tal, es algo dinámico no estático, que nos debemos dejar impulsar por él con toda libertad. Hoy las lecturas nos invitan a buscar vivir movidos por la gracia de Dios antes que esforzarnos por vivir nuestra fe de una manera meramente externa.
Para el pueblo de Israel, el sábado era algo sagrado que debían de vivir pero que como muchas normas religiosas, habían perdido de vista su naturaleza y se habían convertido en algo meramente obligatorio (un poco lo que pasa los viernes de cuaresma con muchos), Jesús enseña que sobre la caridad y la misericordia no hay nada.
Primero sobre la caridad que ha tenido con nosotros y la que debemos hacia los demás. El Padre es “el que ha hecho brillar su luz en nuestros corazones, para dar a conocer el resplandor de la gloria de Dios, que se manifiesta en el rostro de Cristo.” Antepongamos siempre la caridad a cualquier otro hábito o costumbre “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado…”
Solo teniendo firme nuestra atención en Dios, es que lograremos no rendirnos ante nada ni ante el miedo, porque sabremos que contamos con él que ya nos ha manifestado su inmenso amor y tendremos la seguridad de contar con su poder. “llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos. Por eso sufrimos toda clase de pruebas, pero no nos angustiamos. Nos abruman las preocupaciones, pero no nos desesperamos…”
(P. JLSS)
0 Comments