(Hch 14, 5-18 / Sal 113B / Jn 14, 21-26)

El día de ayer escuchamos como el Señor se nos presentaba como la vid en la que debemos permanecer unidos si queremos dar frutos, dejar que nuestro Padre «pode» todo aquello que estorbe a la acción de su amor en nuestras vidas ¿Tienes claro que es lo que en estos momentos más te estorbar para seguirle en libertad?

Si nos unimos a Jesús como la vid, los frutos vendrán de nuestro abandono a aquello que a él nos enseñó que es lo más importante el amor de Dios, que llegó a nuestros corazones con el espíritu santo que nos dio desde el bautismo (Cf. Rm 5, 5), su acción en nuestras vidas dependerá de nuestra docilidad.

Para amar a Jesús hay que darle su lugar, él es la manifestación del amor que el Padre nos tiene y la prueba de la cercanía que quiere tener con nosotros, dejémosle amarnos y amémosle. “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada.”

Pidamos a nuestro Padre que abra nuestras mentes para comprender de una manera más profunda todo lo que implica contar con su amor y amistad, aceptar que es por misericordia y por voluntad suya el que seamos dignos de su amor, no lo queramos comprender sin antes aceptar este maravilloso don.

(P. JLSS)