(Ap 12, 7-12 / Sal 137 / Hb 19, 4-10 / Lc 1, 26-38)
Nueve meses antes de la celebración de la Navidad, concretamente el 25 de marzo, celebramos la anunciación del Señor, pero cuando esta fecha cae dentro de la Semana Santa, se traslada al lunes después del Domingo II de Pascua, por esta razón la estamos celebrando hasta el día hoy.
Hoy celebramos el misterio de la Encarnación del Señor, el momento en el que “aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria.” Para que no podamos decir que no nos comprende, asumió nuestra naturaleza y pago con su vida inocente, nuestras culpas. Lo que no se asume no se redime.
Él ha querido demostrarnos que no hay nada imposible para Él, siempre y cuando se lo permitamos, en la escena de la anunciación María se abandona a su acción, entre más sublime la misión mayor tendrá que ser nuestro abandono a su voluntad. ¿Tienes claro qué es lo que Dios te está pidiendo en estos momentos?
Ante la misión que Dios nos da debemos tener confianza, en su poder que nos ayudará a lograr llevarla a cabo, en su providencia que nos acercará los medios necesarios y abandono para no estropear sus planes por nuestros criterios personales. Aprendamos de María y su capacidad de abandono. “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho…”
(P. JLSS)
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