(Hch 4, 32-35 / Sal 117 / 1Jn 5, 1-6 / Jn 20, 19-31)

Misericordia, según el diccionario, es la «virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos. El atributo de Dios, en cuya virtud perdona los pecados y miserias de sus criaturas.» La Pascua es un misterio tan grande que requiere mucha profundización en esto.

Reconocer que Dios ha sido misericordioso con nosotros nos llevará a ser misericordiosos con los demás. “Todo el que ama a un padre, ama también a los hijos de éste. Conocemos que amamos a los hijos de Dios, en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos…” que se resumen en amar. Uno debe dejarse amar, haciendo esto comenzará a reconocer que el otro también es profundamente amado.

¿Qué situaciones de tu vida te están haciendo dudar acerca de la misericordia de Dios para contigo? Su amor no depende de nosotros sino de sus atributos (cf. Miq 7, 18), en el Evangelio hemos contemplado este misterio de una manera plástica, Tomás que pide pruebas para creer en la paz que Jesús ofrece. Tres veces el Señor desea paz a sus discípulos en el miedo, en la alegría descontrolada y cuando está el hermano dudoso.

No sé en cuál de estos momentos de tu vida te encuentras, pero todos debemos experimentar la serenidad que trae la presencia del Señor Jesús, no permitamos que nada nos robe su paz. Abandonémonos al poder del Espíritu Santo para que transforme nuestros corazones, para aceptar su amor con libertar y así poder compartirlo a los demás. “Querían a empujones derribarme, pero Dios me ayudó. El Señor es mi fuerza y mi alegría, en el Señor está mi salvación.”

(P. JLSS)