(Sab 6, 1-11 / Sal 81 / Lc 17, 11-19)
Cuando uno está atravesando por momentos difíciles o incomprensibles recurre a Dios con mucha facilidad algunos para pedirle ayuda, otros para reclamarle una supuesta falta de cercanía; pero cuando las cosas van bien o recibimos alguna bendición ¿acudimos a él con la misma espontaneidad?
En el Evangelio hemos escuchado el relato de diez hombres que estaban enfermos de lepra y acuden al Señor para ser curados, todos obtienen la curación pero sólo uno regresa a agradecerle ¿reconoces de qué «enfermedades» te ha curado? ¿Le has agradecido?
Por otra parte, en la primera lectura se invita a reconocer que todo puesto de autoridad es un compromiso mayor para con el Señor que nos lo ha permitido, no es para sentirse más que nadie, sino para ayudarle en algo. “El Señor de todos ante nadie retrocede y no hay grandeza que lo asuste; él hizo al grande y al pequeño y cuida de todos con igual solicitud; pero un examen muy severo les espera a los poderosos.”
Concédenos Señor, ser capaces de reconocer siempre tu grandeza aún en los momentos de dificultad para que cuando nos confíes algo no seamos prepotentes como si no lo hubiéramos recibido de ti (Cf. 1Cor 4, 7-14). Que sepamos reconocer tu grandeza para aprender a agradecerla.
(P. JLSS)
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