(Jr 20, 7-9 / Sal 62 / Rm 12, 1-2 / Mt 16, 21-27)
La semana pasada reflexionábamos acerca de la importancia que tiene él reflexionar acerca de quién es Jesús para nosotros, lejos de la mera teoría, dar una respuesta personal a esto. Por eso hoy pedimos “que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestras mentes para que podamos comprender cuál es la esperanza que nos da su llamamiento.”
El llamamiento que Jesús nos hace es a la vida eterna, el día de la resurrección se nos dará a cada uno lo que merecen nuestras obras; el mismo Señor lo dice después de anunciar su pasión y reprender a Pedro: “Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras”. ¿Qué merecerán nuestras obras?
Hay que ser dóciles al Espíritu Santo, dejarnos seducir por él y por sus inspiraciones. Debemos estar muy atentos a aquello que dejamos que nos mueva, Pedro después de dejarse inspirar por el espíritu es llamado Satanás por querer alejar a Jesús de la voluntad del Padre; ninguno de nosotros estamos exentos de «caer», de equivocarnos, pero no se vale «aventarse» en aquello que sabemos nos hace mal o nos aleja de Dios.
Padre Santo, por medio del Espíritu Santo no permitas que nuestra atención se distraiga y que grabemos en nosotros las palabras de san Pablo: “No se dejen transformar por los criterios de este mundo, sino dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.”
(P. JLSS)
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