(2 Cor 5, 14-21 / Sal 102 / Lc 2, 41-51)
Tras la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, se nos invita a reflexionar acerca del inmaculado corazón de María, el cual fue capacitado por el Padre para ser una digna morada del Espíritu Santo y de su Hijo, haciendo de ella una imagen de la Iglesia.
María recibió la gracia de su inmaculada Concepción en virtud de que iba ser la madre del Señor, pero tú y yo también hemos sido capacitados por el Padre para cumplir la misión que nos ha encomendado, debemos dejarnos renovar por Él. “El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado; ya todo es nuevo.”
Dejemos que el amor y la gracia de Dios transformen todos nuestros pensamientos y criterios, a él le gusta hacer nuevas todas las cosas (Cf. Ap 21, 5), pidámosle al Espíritu Santo que nos invada la certeza de qué es aquello que nos pide y la confianza para reconocer su permanente auxilio. No permitamos que el miedo limite la obra de Dios.
Aceptemos qué es aquello que nos atemoriza y acudamos a nuestra madre María y dejémonos acompañar por ella, ella supo buscar a Jesús cuando se perdió en el templo confiando en Dios. Si nos sentimos perdidos por algo en estos momentos pidámosle a María, confiados en su inmaculado corazón, que camine a nuestro lado hasta volver a reconocer a Jesús a nuestro lado.
(P. JLSS)
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