(Hb 9, 2-3. 6-7. 11-14 / Sal 46 / Mc 3, 20-21)
Es hermosa la aclamación que se indica en la palabra de este día: “Abre, Señor, nuestros corazones, para que aceptemos las palabras de tu Hijo…” y es que todos necesitamos pedirle a Dios esto, creer más en la misericordia de Dios que en nuestros prejuicios y criterios.
En el Evangelio se nos cuenta cómo los parientes de Jesús, ante la incomprensión de su mensaje y de su misión, “fueron a buscarlo, pues decían que se había vuelto loco”. Ante la misericordia de Dios ¿te pasa lo mismo? Dios te ama porque así lo ha decidido, porque esta «loco» de amor por nosotros (1Cor 1, 25).
Pensar en el Señor y su sacrificio debe tomar completamente nuestra atención. La grandeza de su sacrificio es manifestada en la carta a los hebreos cuando hace la comparación entre el sacrificio de la antigua alianza: “¡cuánto más la sangre de Cristo purificará nuestra conciencia de todo pecado, a fin de que demos culto al Dios vivo, ya que a impulsos del Espíritu Santo, se ofreció a sí mismo como sacrificio inmaculado a Dios, y así podrá purificar nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, para servir al Dios vivo!”.
Padre, nuevamente venimos a tu presencia para pedir que acrecientes en nosotros la experiencia de tu amor, que nuestros razonamientos no limiten tu acción en nosotros, nos dejemos vencer por tu debilidad y dejemos que la locura de tu amor transforme nuestra manera de pensar.
(P. JLSS)
0 Comments