(Ef 1, 11-14 / Sal 32 / Lc 12, 1-7)
Toda esta semana, de una u otra manera, hemos venido reflexionando acerca de la imperiosa necesidad que debemos mantener de disfrutar y aprovechar la presencia del Espíritu Santo en nuestro interior. Presencia que el mismo Señor dijo que nos convenía (Cf. Jn 16, 7).
San Pablo nos enseña acerca del Espíritu Santo que “es la garantía de nuestra herencia, mientras llega la liberación del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria.” ¿Aprovechamos su presencia en nuestras vidas o le ignoramos por completo?
En el Evangelio Jesus les dice a los discípulos que se cuidaran y no se dejaran fermentar «por la levadura de los fariseos», por su forma hipócrita de religiosidad, y continúa invitando a los discípulos a nunca actuar por agradar a los «que pueden matar el cuerpo y después ya no pueden hacer más» a quien si hay que temer defraudar es a Dios.
Este día vamos a terminar nuestra reflexión pidiendo a Dios Padre que por medio de su Espíritu haga desaparecer de nosotros todo miedo y nos de la confianza que nos debe dar ser sus hijos, y cuando el miedo nos quiera invadir recordemos las palabras del Señor: “¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios; y por lo que a ustedes toca, todos los cabellos de su cabeza están contados. No teman, pues, porque ustedes valen mucho más que todos los pajarillos.”
(P. JLSS)
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