(Jr 18, 1-6 / Sal 145 / Mt 13, 47-53)
¿En qué o quién tienes puesta tu confianza? Hagámosle caso al Señor que nos dice: “No pongas tu confianza en los que mandan ni en el mortal, que no puede salvarte; pues cuando mueren, se convierten en polvo y ese mismo día se acaban sus proyectos”. Donde esté nuestro tesoro allí estará puesto nuestro corazón (Cf. Mt 6, 21).
Quien se encuentra con Jesucristo, le acepta y se abandona a su amor y gracia, inmediatamente descubre qué es aquello que estorba en esta relación de amor, o con palabras de Jesús: “todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”, va dejando cosas no porque sean buenas o malas, sino de acuerdo a lo convenientes o no que le sean para alcanzar a Cristo nuestra meta.
Por ello nuevamente repito, no se trata de procurar hacer muchas cosas nosotros, sino de dejar que Dios haga muchas cosas en nosotros, que su amor nos transforme e inspire nuevas cosas. Pidámosle al Padre Celestial que abra nuestros corazones para que seamos capaces de aceptar las palabras de su Hijo.
Recordemos que el mayor limitante para la acción de la Gracia de Dios en nuestro interior será nuestra propia voluntad, por eso aún cuando sea verdad que “como está el barro en las manos del alfarero, así nosotros, estamos en sus manos” debemos tener la misma docilidad que este material. Confiemos, Dios no quiere ningún mal para nosotros (cf. Ez 33, 11)
(P. JLSS)
0 Comments