(Ag 1, 15-2, 9 / Sal 42 / Lc 9, 18-22)

Ayer reflexionamos acerca de la diferencia que existe en quien busca a Jesús solo por curiosidad, como Herodes, y quien le busca para conocerle cada vez más, como debería ser nuestro caso. ¿A cuál de estos dos tipos nos parecemos más?

Hoy el Señor es claro en el Evangelio, podremos tener muchos títulos mesiánicos en nuestras mentes, haber escuchado demasiados testimonios acerca de su acción, pero lo único que nos hará modificar nuestra vida y mentalidad será la claridad que tengamos para responder quién es Jesús para nosotros.

Nosotros que confesamos que “el Hijo del Hombre vino a servir y dar su vida por la redención de todos”, no debemos quedar satisfechos jamás de lo mucho o poco que le conozcamos, Él siempre nos sorprenderá y nos dará todo lo necesario para perseverar en lo que nos ha pedido.

Hagamos nuestras las palabras del salmo: “Envíame, Señor, tu luz y tu verdad; que ellas se conviertan en mi guía y hasta tu monte santo me conduzcan, allí donde tú habitas.” Dejémonos conducir por el Espíritu Santo, sólo así no nos escandalizaremos o asustaremos tan fácilmente.

(P. JLSS)