(Ap 11, 19; 12, 1-6. 10 / Sal 44 / 1Cor 15, 20-27 / Lc 1, 39-56)

Hoy celebramos la Asunción de la Virgen María a los cielos, en esta solemnidad se cumplen las palabras que Lucas pone en labios de la Virgen: “Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede…”, nuestra madre no es presumida ni jactanciosa, es consciente de su papel.

¿Le das el lugar que se merece Dios en tu vida? Te aseguro que no te quedarás sin recompensa si te mantienes fiel, así como Dios lo manifestó en María; cuatro son los dogmas marianos: María, madre de Dios (en cuanto a la humanidad), su virginidad (antes, durante y después del parto), su Inmaculada Concepción (por una gracia especial nació limpia de pecado) y la Asunción a los cielos (en cuerpo y alma).

Lo que confesamos con esta verdad de fe es que María tras su muerte fue llevada al cielo en cuerpo y alma, porque sería desdecir del mismo Hijo, dejar que el lugar del cual tomó su cuerpo, fuera corrompido. Podemos contemplar en esto el cumplimiento de nuestra fe: “Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos. Porque si por un hombre vino la muerte, también por un hombre vendrá la resurrección de los muertos”.

Padre santo, al conmemorar la Asunción de la Santísima Virgen María, reconocemos una vez más que cuando tú quieres algo, pondrás los medios y todo lo necesario para lograrlo y no dejarás sin recompensa a quien te responde libremente. Por ello hoy te pedimos que fortalezcas nuestra esperanza para responderte con firmeza y plena confianza en que, si nos has pedido algo no nos dejaras desamparados. Espíritu Santo, fuente de toda luz, ilumínanos.

(P. JLSS)