(Hb 6, 10-20 / Sal 110 / Mc 2, 23-28)
¿Las promesas que nos ha hecho Jesucristo te dan paz, serenidad o eres indiferente a ellas? Si cada uno de nosotros procuráramos que se cumplieran en nosotros las palabras de San Pablo: “Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestras mentes, para que podamos comprender cuál es la esperanza que nos da su llamamiento.” Todo sería distinto.
Nuestra esperanza debe influir en la manera en que vivimos el presente, porque si vale la pena lo que se espera, se hará todo lo posible por alcanzarlo, no de una manera coercitiva sino por impulso del amor y de la gracia. Quien actúa por miedo se siente esclavo, quien actúa movido por el amor jamás se siente así.
Debemos cuestionarnos hoy que tan libres nos sentimos con nuestras prácticas religiosas, muchas personas quizás nos han hecho creer que la vida conforme a la religión se trata de un listado de preceptos qué hay que cumplir, cuando en realidad se trata de vivir conforme al amor que se ha recibido y dejarse mover por la gracia de Dios sin miedo.
Nuestra salvación no dependerá jamás del cumplimiento de prácticas externas, nuestra salvación nos llega por nuestro Señor Jesucristo y nuestra fe en Él. Ciertamente que está fe se puede manifestar a través de nuestra piedad, pero no debemos olvidar que “el sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado”.
(P. JLSS)
0 Comments