(Is 60, 1-6 / Sal 71 / Ef 3, 2-3a. 5-6 / Mt 2, 1-12)
Hoy celebramos la solemnidad de la Epifanía, la manifestación del poder y la benevolencia de Dios a los pueblos: podríamos decir que en Navidad celebramos el cumplimiento de las promesas, la llegada del Emmanuel; en la Epifanía nos queda claro que esta benevolencia no es solamente para determinado pueblo, sino para todo aquel que sea capaz de reconocerla y aceptarla.
Cuando piensas en la misericordia de Dios ¿que pensamientos se te vienen a la cabeza? ¿Te pasa por la mente que tus limitaciones personales pueden limitar el amor que Dios te tiene? Estos personajes, quizá no conocían del todo las profecías del Antiguo Testamento, sin embargo, al mirar la estrella no dudaron en buscarle, «porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo».
¿Cuál será aquella “estrella” por la que Dios se te ha manifestado? ¿Eres capaz de perseverar en busca de la fuente de aquella situación? San Pablo enseña a los Efesios, y a cada uno de nosotros, “por revelación se me dio a conocer este misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos… por el Evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo.”
Padre bueno, quizá muchos de nosotros nos hemos dejado impresionar por el miedo, la incertidumbre, la enfermedad, etc., y hemos dejado de ver tu estrella en el horizonte que nos invita a no rendirnos y perseverar confiados en que nos encontraremos contigo fuente de todo bien. Rabindranath Tagore tiene una frase que me gusta mucho: “si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”… no prestemos tanta atención a lo que no se lo merece. ¿Si Dios está con nosotros, quién en nuestra contra?
(P. JLSS)
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