(Dn 3, 14-20. 49-50. 91-92. 95 / Dn 3, 52-56 / Jn 8, 31-42)

Después de reflexionar acerca de la Cruz y como en ella nos encontramos con el misterio de la «glorificación del Hijo», se nos presentan las palabras del Señor: “Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto.” Cuando pasas por alguna dificultad ¿recuerdas el ejemplo del Señor?

Es fácil querer perseverar en la fe cuando ésta no nos ha exigido ninguna renuncia o manifestarla de manera fuerte, pero cuando vienen las dificultades ¿cuál es nuestra reacción? En la Historia de los tres hermanos (Sedrak, Mesak y Abednegó) encontramos cómo ellos por su perseverancia fueron el medio por el cual Nabucodonosor reconoce la grandeza de Dios.

Al igual que ellos, tú y yo somos llamados a vivir nuestra fe con la plena seguridad de que al lado del Señor no nos puede faltar nada. Ni siquiera la muerte nos puede separar del amor con que nos ama Cristo (cf. Rm 8, 35-39) vivamos más pendientes de su amor que de aquello que pudiera parecer amenaza.

Por ello hoy te pedimos Padre que grabes en nuestra mente las palabras de Jesús: “Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderamente discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres”, ya hemos sido liberados por Cristo, no estamos dispuestos a someternos a ninguna esclavitud.

(P. JLSS)