(Hch 44-52 / Sal 97 / Jn 14, 7-14)

Quien no es capaz de aceptar que Dios es misericordioso, difícilmente se abandonará a su amor y se dejará transformar por Él libremente… pero ¿puede alguien dudar de la misericordia de Dios? Quizás teóricamente no, pero en la praxis la cosa es distinta, hay quienes dan más fuerza a sus limitaciones personales que al amor y a la gracia de Dios.

San Pablo y Bernabé se enfrentaron a la envidia de los Judíos de Antioquia, y al ver su cerrazón les dicen: “La palabra de Dios debía ser predicada primero a ustedes; pero como la rechazan y no se juzgan dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos…” preferían seguir como estaban que abrirse a la novedad del Evangelios. A algunos la libertad les asusta mucho más que la esclavitud.

Por otro lado, habemos quienes aún cuando hemos aceptado el amor y la misericordia de Dios, en ocasiones nos «afelipamos» con peticiones similares a la que le hace en el Evangelio a Jesús: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta…” como si todo lo que ya ha hecho por nosotros no bastara.

“Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderamente discípulos míos y conocerán la verdad”. Padre, gracias por enviarnos a tu Hijo para hacernos reconocer tu amor y conocer lo generoso que eres para con nosotros. Ilumina nuestras mentes e invádelas con tu amor, para poner mayor atención en todo lo que nos ofreces, que vivamos impulsados por tu amor, nunca limitados por el temor.

(P. JLSS)

Hoy celebramos la memoria de San José, Obrero. Pidamos por todos aquellos hermanos nuestros que cumplen la voluntad de Dios en medio de sus labores cotidianas, para que se sientan orgullosos al reconocer que con sus trabajos han logrado hacer muchas cosas.

Jesucristo, fue criado por un artesano y de él aprendió a ser un buen hombre. Sintámonos orgullosos de nuestro trabajo y hagámoslo con dignidad.