MIÉRCOLES – SEMANA XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

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(Gal 5, 18-25 / Sal 1 / Lc 11, 42-46)

“Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen…” esta frase de la aclamación nos enseña que para ser ovejas del Señor hay que tener claro que él nos conoce, nos cuida y debemos seguirle confiados en que él está consciente de nuestras capacidades y lo que necesitamos.

Nuestra confianza debe estar puesta en Dios solamente en su amor y y su gracia, antes de en cualquier otra cosa. No debemos querer apantallar a Dios, debemos dejarnos amar de tal manera que ese amor comience a notársenos. Los fariseos creían que por sólo cumplir bastaba, cuando nosotros sabemos que se trata de mucho amar.

Quien confía en el Señor “es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito.” Se puede notar fácilmente en quién tenemos nuestra confianza, por medio de los frutos del Espíritu Santo que “son: el amor, la alegría, la paz, la generosidad, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio de sí mismo.”

Padre bueno, te pedimos la fuerza del Espíritu Santo para mantenernos fieles a tu amor antes de andar buscando falsas seguridades, que se convierta en una certeza en nuestra mente y corazón que “Si tenemos la vida del Espíritu, actuemos conforme a ese mismo Espíritu.”

(P. JLSS)

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