(Nm 13, 1-2. 25- 14, 1. 26-29. 34-35 / Sal 105 / Mt 15, 21-28)

¿Reconoces la grandeza del poder de Dios? ¿Qué tan firme está tu esperanza en estos momentos? Sabemos que para Dios no hay posibles (cf. Lc 1, 37) y todo es posible para el que tiene fe (Cf. Mc 9, 23), por ello debemos cuestionarnos sobre aquello que está limitando en estos momentos nuestra fe.

El pueblo de Israel recorrió la tierra prometida, contemplo los diversos pueblos que habitaban en ella y, mientras algunos contemplaron sólo la tierra prometida, otros solamente fueron capaces de ver los obstáculos. Los que tenían sus mentes en la esperanza eran positivos, los que miraron solamente los obstáculos eran pesimistas contagiosos.

En el Evangelio escuchamos el ejemplo de una mujer que teniendo a Jesús cerca, no le prestó tanta atención a la dificultad que le aquejaba sino al Señor y su poder. Aún cuando le pide y la respuesta no es inmediata, ella persevera porque sabe que el Señor tiene poder y él está cerca. Ni lo que pareciera indiferencia, ni el silencio, ni lo que pareciera rechazo la hizo rendirse, el Señor estaba cerca, era su oportunidad.

Padre bueno tú has querido manifestarnos tu cercanía, el amor que nos tienes enviando a tu Hijo para que nos salvara (cf. Jn 3, 16-17) no permitas que desviemos nuestras miradas hacia lo que parecieran limitaciones, que la fuerza del Espíritu Santo conduzca nuestras miradas siempre hacia ti para no querer rendirnos tan fácilmente, que recordemos siempre las palabras del Señor: «En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo.» (Jn 16, 33)

(P. JLSS)