(Hch 5, 17-26 / Sal 33 / Jn 3, 16-21)

Celebrar la victoria del Señor sobre la muerte y el pecado nos debe hacer reconocer la verdad de las palabras del Salmo: “Junto a aquellos que temen al Señor el ángel del Señor acampa y los protege. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Dichoso el hombre que se refugia en él.” A Él nada lo puede vencer ¿Te refugias en Él?

Los apóstoles, dóciles al Espíritu Santo, no se dejaban amedrentar por amenazas superfluas, buscaron siempre quedar bien con Dios antes que con los hombres, prefirieron obedecerle a Él antes que a los hombres porque estaban convencidos de su fidelidad.

Convenzámonos: Dios nos ha amado infinitamente y nos ha enviado a su Hijo único para que creyendo en Él tengamos vida eterna, no sólo eso, el Padre ha enviado a su Hijo no para condenarnos sino para que nos salvemos por su medio. Dios no le envió para castigar, sino para salvar. Déjate salvar.

Refugiemonos en Jesús con plena confianza, sabemos que “el que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios.” Nosotros tenemos fe en Él no rechacemos su luz, si creemos en Él rechacemos todo lo que nos conduzca a las tinieblas.

(P. JLSS)