(Hch 5, 27-33 / Sal 33 / Jn 3, 31-36)
¿Quién nos puede arrebatar la libertad que Cristo nos ha conseguido? Nadie. Dependerá de nosotros qué tanto disfrutamos de ese don que nos ha dado Dios, los apóstoles fueron capaces de aceptar que la divina misericordia es mucho más grande que la lógica humana.
Pedro se abandonó a la misericordia de Dios y tras alcanzar el perdón de Dios y recibir el Espíritu Santo cambió abruptamente, pasando de ser aquel que negó al Señor tres veces a ser quien daba testimonio de que “primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres.”
El ejemplo de nuestro Señor Jesucristo que resucitó de entre los muertos, nos debe servir para iluminar nuestras dificultades e impulsarnos para perseverar, conscientes de que “el Señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas. Muchas tribulaciones pasa el justo, pero de todas ellas Dios lo libra.”
Pidámosle a nuestro Padre Celestial que por medio del Espíritu Santo nos dé la capacidad de perseverar sin desanimarnos, teniendo en nuestro horizonte a nuestro Señor resucitado, conscientes de que “el que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.”
(P. JLSS)
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