(2Cor 1, 18-22 / Sal 119 / Mt 5, 13-16)

Cada uno de nosotros estamos llamados a vivir con la mirada puesta en Dios y en sus promesas, esa debe ser nuestra mayor aspiración y motivación para actuar con rectitud y constancia. Valdría la pena que nos volviéramos a cuestionar si nuestras acciones muestran la fe que profesamos.

Debemos de dejarnos confrontar por las palabra de Jesús: “Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos” ¿mi manera de vivir manifiesta que creo en Dios?

Se nos debe notar nuestra fe. Pedro Arrupe, quien fue propósito general de los Jesuitas, cuando lo acusaban de ser un «optimista patológico» solía responder: «¿cómo no voy a ser optimista, si creo en Dios?». Hagamos un momento de silencio y reconozcamos aquello que nos está haciendo dudar y entreguémoslo a Dios. Él nos quiere libres.

Padre Celestial venimos ante ti, confiados en tu misericordia, para pedirte que nos acrecientes nuestra fe y nuestra esperanza para no anteponer nada a ti ni a tu voluntad queremos ser fieles seguidores del Señor Jesucristo. “Todo él es un «sí». En él, todas las promesas han pasado a ser realidad. Por él podemos responder »Amén» a Dios, quien a todos nosotros nos ha dado fortaleza en Cristo y nos ha consagrado.”

P. JLSS)