(Gn 1, 20-2, 4 / Sal 8 / Mc 7, 1-13)

Tras continuar con la narración de la creación, dejémonos impresionar por este maravilloso misterio y pidámosle a Dios Padre que esto nos conmueva utilizando las palabras de la aclamación: “Inclina, Dios mío, mi corazón a tus preceptos y dame la gracia de cumplir tu voluntad.”

No hay pretextos para no dejarnos transformar por Dios, al concluir con la obra de la creación nos dice el relato que “vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno. Fue la tarde y la mañana del sexto día.” Lo encontró muy bueno… tú y yo no estamos hechos defectuosos, tenemos limitaciones que debemos cambiar, pero Dios nos hizo bien.

“Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas, que has creado, me pregunto: ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes; ese pobre ser humano, para que de él te preocupes?” Se vienen a mi mente las palabras de las preces del Jueves III del salterio: «Señor, rey del universo, te alabamos por el amor q nos tienes, porque de manera admirable nos creaste y más admirablemente aún nos redimiste.»

“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.” ¿qué tanto se pudieran aplicar en ti estas palabras? Dejémonos enamorar por Dios, no estemos tan preocupados por aparentar bondad, ante cualquier dificultad o encrucijada preguntémonos «¿en qué doy más gloria a Dios?». Esa debe ser nuestra mayor preocupación.

(P. JLSS)