(1Sm 1, 9-20 / 1Sm 2 / Mc 1, 21-28)

¿Por qué seguimos a Jesús? ¿Es por su fama o por confianza en su poder? ¡Qué providencial el texto del Evangelio con el que iniciamos litúrgicamente el «Tiempo Ordinario», nos dice la gente al ver la acción: “Todos quedaron estupefactos y se preguntaban «¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen». Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.”

Quienes siguen al Señor sólo por lo que han oído de Él, no por quien es y su poder puede desanimarse por cualquier cosa fácilmente si no le deja actuar en su interior, porque ¿de qué sirve estar cerca de alguien sin permitir su acción? Se trata de perseverar confiados y no perder el interés por conocerle cada vez más.

Ana fue al templo, en medio de su esterilidad seguía confiando de Dios, a orar por tener un hijo, tal debe haber sido su intensidad que el sacerdote Elí piensa que está ebria. Sin embargo, la confianza de Ana no estaba en lo que dijeran de ella sino en Dios que tiene el poder para conseguirnos lo que con fe pedimos.

Iniciemos este tiempo ordinario agradeciéndole a Dios todos los beneficios que nos ha dado y pidámosle que nos conceda que nuestra mayor inquietud sea conocerle más y más a Él y nunca satisfacernos con lo mucho o poco que lo conozcamos, siempre aspirar a más. «Recibamos la palabra de Dios, no como palabra humana, sino como palabra divina tal como es en realidad» (cfr. 1Tes 2, 13).

(P. JLSS)